martes, 28 de mayo de 2013

¡Para de fumar Isabel!

No recuerda cuándo comenzó a fumar, quizás fue a los 12 ó 13 años. En esa época era normal que los jóvenes se juntaran a compartir un cigarrillo en algún lugar escondido, donde sus padres no los descubrieran. De lo contrario, el castigo sería inminente.


Hoy, Isabel tiene 53 años y luce como una mujer de más de setenta. En las cuatro décadas que han pasado desde su primera experiencia con el tabaco, no pudo ni quiso dejar de fumar, pues era una costumbre que se transformó en un placentero hábito que hoy le permite relajarse en épocas de estrés, calmar el frío en invierno o simplemente acompañar el café de la mañana.

“De algo habrá que morirse”, decía cada vez que le llamaban la atención por su tabaquismo. “Mientras me conserve regia, no hay problema”, remataba sin siquiera imaginar lo que cada cigarrillo le estaba provocando en la piel.

Si miráramos de cerca la cara de nuestra protagonista, podríamos notar varias alteraciones que se han ido acentuando con el paso del tiempo y el hábito de fumar. Cada una de estas transformaciones se genera a través de los componentes tóxicos que conforman los cigarrillos: la nicotina y el humo del tabaco son algunos de ellos.

Expertos en dermatología afirman que el humo del tabaco genera gran cantidad de elementos químicos que dañan las membranas de las células. Estos elementos – los radicales libres – alteran la información genética de estas celdas provocando una alteración en los vasos sanguíneos de la piel, lo que en definitiva afecta la nutrición de ésta y la aparición del cáncer de labio, lengua, entre otros.

¡Si entendiera que lo que consume no es nada más que nicotina y hasta alquitrán!, dice suspirando la hija mayor de Isabel, como esperando que alguna vez su mamá diera por terminada su relación con el tabaco. Y claro, estos componentes son los más conocidos de los cuatro mil productos químicos que posee un cigarrillo, entre los cuales podemos nombrar la acetona, arsénico, butano, metanol y níquel. Todos, con un grado de peligro para nuestro organismo.

De la larga lista de ingredientes, dermatólogos mencionan que la nicotina está dentro de los componentes más dañinos, “provoca vasoconstricción y una disminución de la circulación periférica, lo que conlleva a una alteración de la cicatrización de la piel”.

Luego le seguiría el monóxido de carbono que contiene el humo que Isabel aspira y luego exhala en cada bocanada, “al ser 200 veces más afín por la hemoglobina que el oxígeno, se une a ella desplazando al O2, restringiendo la capacidad de transporte de éste por la sangre y la cantidad que llega a los tejidos periféricos”.

Perdiendo la juventud
Ya era extraño el hecho de que Isabel utilizara más cremas de las que debiera. Hidratantes, humectantes, antiarrugas y cuánto producto nuevo sale diariamente en el mercado es adquirido por la mujer para verse sana y jovial. Cómo olvidar además las visitas permanentes a la peluquería, después de todo, ha visto cómo su pelo pierde fuerza, quebrándose en sus puntas y tomando un tono opaco y diferente, “nada que la tintura no pueda arreglar”, dice tozudamente.

A estas alteraciones, hay que sumarle el deterioro de los rayos ultravioleta, que tanto en invierno como en verano causan las ya conocidas consecuencias en nuestra piel. Para los dermatólogos, los daños afectan a todos, pero es en las mujeres donde las variaciones son más evidentes, puesto que la dermis femenina es más delicada y la sobre exposición es mucho más frecuente.

Los mayores cambios estéticos que produce el tabaco son la aparición de arrugas prematuras, deshidratación de la piel, resequedad del cabello, estrías, manchas amarillentas en dedos y dientes, olor corporal a tabaco y la aparición de cáncer de labio y lengua. 

Agregan los expertos que otras enfermedades de la piel también son asociadas con el hábito de fumar, señalando la psoriasis, el acné y la calvicie como algunas de ellas.


Artículo de Carla González C.
Con información de puntovital.cl


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